MARIO ESCOBAR VELÁSQUEZ
Es una novela colorida y frondosa que introduce al lector en el mundo interno de dos familias y varias generaciones, presentando las paradójicas e intrincadas relaciones que se tejen entre sus miembros, develando las huellas de la sangre en rostros, gestos y destinos. Van desfilando por sus páginas personajes profundos y sólidos que encarnan el vasto territorio de lo humano; descritos con maestría y fuerza nos revelan el misterio de las personalidades, yendo y viniendo en el tiempo y en el espacio.
A través de un tono poético y de un entramado de historias, conocemos a la Ñata, esa mujer que alcanzó los 108 años y que fue siempre una presencia viva en la familia, aún muchos años después de muerta. Como yerbatera derrochaba sabiduría y tesón en la interpretación de la enfermedad y en la meticulosa elaboración de sus brebajes, unturas y emplastos para combatirla. Nos acercamos a Cuatro Perros, apodo que entraña la complejidad de este hombre que lo que más amaba en su vida era criar mulas, y a eso se dedicó, a críar las mejores mulas del país, sin ganarles lo invertido pues carecía de la ambición del negociante, y el mero orgullo de que fueran las mejores mulas era su mejor ganancia. Nos encontramos con Enrique, el malo de verdad, hijo de Cuatro Perros y Luisa que era buena como el pan; fue zapatero, borracho, mujeriego, billarista, marica y ladrón.
Cada uno de estos personajes deja su huella en nuestros ojos de lectores, trazando esa geografía de espejos que esta hermosa novela construye, llevando a conocernos y a reconocernos en esos territorios fecundos de la vida que nos regala la lectura de este libro.
