NAVARRO, ERNESTO J
Qué clase de árbol es la familia. Algunos árboles desentrañan de sípus y verdad; otros crecen desnudos, desprovistos de tiempo, hacia el cielo que a su vez los dobla e invierte en raíz. La historia del árbol de Germán entra y sale de la tierra en la que muere el sol. Podría decirse que la historia de un país es la historia de cada una de las ramas que integran el árbol total y que, en vez de árbol, cada familia es una rama. Así pues, los hombres y las mujeres son hojas y también flores y frutos. En esta historia algunas flores mueren ahogadas o se alzan de cabeza y lengua como reptiles a los que un rezo les baja el mentón. En esta historia, la familia se teje hacia adentro, hasta hacer de su sangre la sangre misma de la tierra, sangre negra, espesa, de cuyos pinchazos vive y muere una nación. En esta historia el círculo es una boca, boca que come de sí, boca que dice y calla lo que se tiene que decir, lo que se tiene que callar. En esta historia se funda un pueblo que crece hacia abajo, un pueblo al que chupa un lago, un pueblo-puerto sin barcos, de mujeres de fuego. En esta historia se cumplen las promesas, a la vez que se descuera a la bestia nómada y se la guinda del árbol. Al limonero en el patio de la familia Navarro, alguna vez segado por el autor de esta novela, lo mean los hombres que sobreviven a las promesas, a las apuestas, al hambre que procura el movimiento. Entiéndase: orinan con permiso, y a pedido, de la abuela. Es esta la imagen que perpetúa el relato, relato que se constituye -sobre todo en la historia del linaje masculino de una familia venezolana, historia de su patrilinealidad, acaso homenaje. No sé qué clase de árbol sea esta familia, lo que sé es que todavía algunos de sus miembros hacen el amor sobre un apamate.