La vitalidad del pensamiento de un autor se mide por la vigencia (por lo regular siempre "parcial") de sus planteamientos, por los recursos teóricos y conceptuales que ofrece para comprender y abordar mejor el presente, la realidad que nos circunda y sus problemáticas. También por la plasticidad de este y la posibilidad siempre permanente de establecer diálogos con otras corientes filosóficas o científicas y generar nuevas interpretaciones. En este sentido, Marcuse no puede ser tratado como un "perro muerto". Es más, este continúa presente, a veces subterráneamente, en muchos de los autores vanguardistas que han ofrecido alternativas y/o que continúan pensando el mundo actual.